LA
FEDERACIÓN
(Rafael
Grooscors Caballero)
La
primera gran Federación a constituirse en Iberoamérica pudo
haber sido la Gran Colombia, apegada para entonces al espíritu de la Constitución
de 1819, concebida bajo el genio de Bolívar y
tras el influjo majestuoso del Orinoco. Hubo intentos posteriores,
extra-fronteras, en México y Centroamérica; además de la muy bien pensada y
lograda a través de líderes de la
categoría de Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento en la República Argentina, primer país de nuestro
Continente incorporado como “desarrollado” al catálogo mundial.
En
el caso nuestro, debido a mezquinos intereses personales y de grupos regionales
sin conciencia de futuro, el proyecto federal bolivariano duró hasta 1830,
cuando se impone la figura prepotente del primer gran “caudillo” venezolano,
José Antonio Páez.
Desde
entonces, concentrados en nuestros precarios límites, sin lectores de la
historia y de la economía mundial, Venezuela comenzó a romperse, como unidad
territorial, mediante la acción fratricida de caudillos similares al
“nacionalista” llanero. Tuvimos ilustres teóricos del federalismo y hasta una
guerra, llamada por unos “guerra federal” y por otros, “guerra larga”, la cual
no hizo otra cosa que consagrar, aquí y allá, a nuevos caudillos, llenos de
ambiciones personales y aupados por grupos de dudosa inclinación a la
prosperidad colectiva.
Esta
nociva experiencia, lógicamente, tuvo que tener certera ocurrencia en la
conformación del “político” nacional y de la cultura política de nuestro
pueblo. La educación y el desarrollo fueron términos cuyos conceptos
perecieron, en el fragor de una batalla inmensa de filibusteros, siempre
triunfantes y que convirtieron a la Nación y al pueblo venezolano en algo más o
menos parecido a una violenta tribu de guerreros ignorantes.
Los
Estados de la unión norteamericana, los cantones suizos y los Bundeslander alemanes, ni
siquiera figuraron en la imaginación del político teórico venezolano, sobre
todo porque “la federación” fue concebida apenas en términos territoriales y
siempre en función del presente. Jamás se formalizó la ilusión de un futuro,
tras la posible implantación de un régimen autonómico, entre otras cosas,
porque todavía el venezolano sigue pensando “hacia adentro”, sin vocación de
desarrollo y casi con desprecio del despegado mundo de la evolución.
Por
eso el grito de Maduro: “¡Federación, ya!”, invocando la imagen del mirandino
Ezequiel Zamora, no pasa de ser otra de sus histriónicas poses de bailarín del
Poder, probablemente contaminado por una génesis y una débil cultura
absolutamente alcanzada fuera de nuestro territorio, en su Colombia de
nacimiento y en su Cuba de formación. Celebrar el centenario del nacimiento del
guerrero “federalista” de Cúa, considerando tal fecha como feriado nacional, no
hace otra cosa que profundizar la incultura laboral de nuestros compatriotas,
ahora más golpeados por las necesidades que como cuando se levantó Zamora para
combatir el “centralismo de los federalistas en el Poder”.
Nunca
hemos tenido un régimen verdaderamente Federal. Una unión de Estados con
autonomía plena de gestión, con financiamiento propio, ambición de futuro,
dueños de sus propias riquezas, susceptibles de compartir, a través de la Federación,
con sus Estados hermanos. Sin limosnas “constitucionales”, como el famoso
“situado” y sin dependencia de los “sospechosos” administradores del casi único
producto de exportación con el cual nos presentamos ante el mundo: el petróleo.
Es
inconcebible que un Estado, como Bolívar, con el octavo río más grande del
mundo y el segundo en profundidad de aguas; con afluentes de importancia que
alimentan su curso; con piedras preciosas y oro a granel; con bitumen en su lecho, transformable en fuentes
de energía de primera calidad; con una montaña de hierro suficientemente bien
calificada para fabricar poderosos aceros de alta aplicación industrial;
bauxita a nivel de superficie externa, de gran pureza, para ir, tras su alianza
con la sosa caustica, a la realidad del aluminio, derivable en miles de
productos y ahora, con sorpresa para muchos “poco entendidos”, con un nuevo
metal surgido de la combinación del tantalio con la columbita, el coltán,
elemento indispensable para el desarrollo creciente de las nuevas tecnologías,
asociadas a la informática y al futuro de la humanidad. Pero es inconcebible
que columnas enteras de bolivarenses estén atrapados en las fronteras con
Brasil, hambrientos, enfermos, desempleados, producto de la supuesta
“federación” que grita irresponsablemente nuestro alegre Presidente,
supuestamente “socialista” y vulgarmente “revolucionario”.
Este
perfil ideológico si sería un buen instrumento justificativo para promover una
verdadera revolución en Venezuela. Una insurgencia más cultural que bélica, que
no sólo permita el desalojo de Maduro y su régimen de improvisados y
acatarrados burócratas de salida. Un estremecimiento conductual que haga sentir
al venezolano, más venezolano. Más propietario de su espacio. Más dueño de su
riqueza. Una Federación de Estados Autónomos y productivos, no dependientes de
Caracas. Una metrópolis de refugiados, quienes abandonaron sus gentilicios,
abrumados por la solidad y el olvido, para hacinarse en un colmenar humano,
contaminado, preso por una forzosa delincuencia que toma de ejemplo el centro
del Poder.
Una
Federación que sea capaz de formar ciudadanos, educados para el trabajo,
convencidos de que es el hombre y su voluntad, no el Estado y sus gobernantes,
los que pueden acabar con el atraso y la pobreza, empujando a Venezuela a
transitar, apresurada pero concienzudamente, por los caminos luminosos del
futuro, dejando atrás su pasado torpe y miserable.
Esa
es la idea. No hay salidas sin entradas. Vamos a convencer a los menos
ilustrados; a los más abandonados; a los que no fueron a la escuela; a los que
no saben para que sirven los martillos, ni las herramientas propias de un
labrador productivo. Vamos a gritarles que son ellos quienes pueden y deben
hacer su revolución y poner a Venezuela en el círculo de los grandes países del
primer mundo.
Los
líderes son los de abajo. Los que están arriba, de uno y de otro lado, fueron
precursores fracasados. La Federación, sí; pero la Federación Popular, con un
código de grandes posibilidades. La Federación de nuestros 23 Estados Autónomos
y productivos, alzados sobre su propia territorialidad soberana. La verdadera
revolución de los de abajo: esa es la Federación.
No comments:
Post a Comment